China ha sacado a pasear por primera vez todo un grupo de combate de portaaviones centrado alrededor de su único y flamante CV-16 Liaoning. Su recorrido lo ha llevado por numerosos puntos clave de tensión en la zona, desde la cercanía de algunas islas disputadas con Japón hasta los alrededores de las islas artificiales que el país ha creado y fortificado en el Mar de China Meridional, pasando por el Estrecho de Taiwán, lugar de al menos tres crisis bélicas en el siglo XX. El problema es que el crucero de demostración ha coincidido con la llegada a la presidencia en EEUU de Donald Trump.
Las incendiarias declaraciones de Trump y sus miembros de su gabinete (y su llamada telefónica al presidente de Taiwán en diciembre) han hecho escalar la tensión entre ambas potencias. Los medios estatales chinos ya avisaron recientemente: EEUU se arriesga a una “guerra a gran escala” si bloquea el acceso a las islas del Mar de China Meridional. No es descabellado por tanto pensar que la tensión actual pueda desembocar en conflicto bélico. De ocurrir, ¿cuál es la correlación de fuerzas de ambos países en la región?
China: defensa creíble, ataque débil
En los últimos años China ha realizado importantes inversiones en la modernización de sus fuerzas armadas, que han pasado de estar basadas en los números y en la inmensidad del país a desarrollar importantes capacidades, con la incorporación de nuevos buques, aviones y sistemas de misiles bastante avanzados.
Tradicionalmente China ha tenido unas fuerzas armadas defensivas orientadas a impedir que otros puedan atacarles en casa: los avances de los últimos años intentan ampliar el área de defensa del país alejándolo de sus costas cada vez más. A pesar de las grandes innovaciones en aviación, misiles y buques de guerra, el país aún carece de una verdadera capacidad de proyección remota de fuerza, aunque ahora dispone de recursos para defender sus zonas próximas de modo creíble. Para lo cual ha gastado mucho dinero.