ASUNCIÓN. La “oligarquía” de los 14 millones de reses de Paraguay se da cita, como en una reunión palaciega, en la Expoferia de Asunción, donde la élite del ganado compite por ser “gran campeón” y diseminar sus genes por los campos del país.
El régimen de vida de los ejemplares escogidos de la Cabaña San José, del departamento de Caaguazú, es envidiable.
Duermen en galpones, mientras que el resto del hato lo hace al raso, desayunan forraje especial y luego salen a comer pasto para ayudarles en la digestión. Dos o tres veces por semana los mozos las bañan con jabón y champú.
“Están mimaditas”, dijo a Efe Julio Centurión, veterinario de la cabaña, como se conoce en Paraguay a las fincas ganaderas. “Son los reyes del ganado”, añadió.
La cabaña llevó sus nueve mejores ejemplares a la Expo 2014, el mayor certamen empresarial del país, que se inició como una feria solo ganadera hace 65 años y donde los animales siguen siendo los protagonistas.
Se trata de una especie de arca de noé del sector agropecuario, donde está la crème de la crème de los caballos, las cabras, las ovejas y las gallinas del país, aunque el plato fuerte son las reses.
La población de vacas dobla a los 6,7 millones de habitantes de Paraguay, el séptimo mayor exportador de carne vacuna del mundo, cuyo territorio es más grande que Alemania pero con una densidad de población muy baja.
Con una economía que gira al ritmo de las lluvias y las sequías, para Paraguay la calidad genética de sus animales es asunto de interés nacional, la cual se pone a prueba en la Expo.
Lograr que una res se lleve el título de “gran campeón” da prestigio y rendimientos al criador.
La Cabaña San José, por ejemplo, vendió un “gran campeón” hace unos años por 190 millones de guaraníes (unos 46.000 dólares), reveló Centurión.
De los machos de prestigio se vende el semen y de las hembras los embriones congelados para su implantación en otras vacas.
El valor comercial del esperma se comprueba solo cuando se ve la calidad de las crías y la cabaña lo preserva para seguir vendiéndolo incluso tras la muerte del progenitor.
“Es como los cuadros, el precio del semen de los toros muertos sube”, explicó Joaquín Clavell, de la Cabaña La Eleonora, de la localidad de Villa Hayes.
Esa ganadería tiene reses de la raza Brangus, la más común actualmente en Paraguay por su versatilidad, la calidad de su carne, la mansedumbre y su fertilidad, dijo José Bareiro, de la Cabaña Don José, de Paraguarí.
Se trata de una raza híbrida, resultante del cruce de la Angus escocesa y la sebuina de la India, dijo Clavell.
La Brangus acabó con la preponderancia de la nerlore, una vaca más voluminosa, con jiba, también originaria de la India, que se mantiene en terrenos pobres por su mayor aguante, aseveró Centurión.
Las reses “bozaleras”, como se conocen a las escogidas para exposición, pasan bajo la lupa de los expertos en la competencia con sus pares, según edad, sexo y raza.
Analizan su fortaleza, o “aplomo”, el peso, el volumen, la fertilidad de las hembras y la calidad del semen de los machos, dijo Centurión.
En la feria hay unas 2.000 cabezas de ganado, los animales más grandes alcanzan a pesar una tonelada.
Centurión considera que competir es una forma de mejorar el perfil genético de las reses del país. “Vos en tu casa te parece muy linda, pero aquí te medís si genéticamente estás haciendo las cosas bien”, dijo el veterinario.
Para esa mejora compran semen o embriones de animales “superiores”, que tengan una mayor ganancia diaria de peso y que transmitan fácilmente sus características genéticas, explicó.
Ese proceso también ha comenzado en los incipientes rebaños de ovejas del país, según Nidia Franco, de la Asociación Paraguaya de Criadores de Ovinos.
La mayoría son Santa Inés, una raza que vino de Brasil que se caracteriza por su capacidad para adaptarse a cualquier ambiente, su fertilidad y su falta de lana.
Actualmente están entrando otras razas al país, a través de embriones de Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, dijo Franco.
En la Expo las ovejas ocupan el pabellón predilecto de los niños, donde muchas descansan arropadas con mantas ajustadas para dormir, en un lecho mullido junto a sus corderos.