BERLÍN.- La canciller alemana, Angela Merkel, aboga por no adoptar medidas de difícil marcha atrás ante Rusia, tanto por la dependencia del gas ruso como por las servidumbres políticas de un eje Berlín-Moscú que, pese a que no pasaba su mejor momento, costó décadas en trazar.
Las alusiones del presidente ruso, Vladímir Putin, en el discurso del martes en el Salon San Jorge del Kremlin, al papel jugado por la entonces Unión Soviética en la reunificación alemana era algo más que un juego demagógico para justificar la anexión de Crimea.
En la memoria colectiva alemana sigue vivo el apoyo del presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, al entonces canciller, Helmut Kohl, mientras líderes occidentales como la primera ministra británica, Margaret Thatcher, se oponían al proceso de unidad precipitado por la caída del Muro de Berlín, hace ahora 25 años.
Merkel ha alternado estos días las condenas a la escalada de la crisis ucraniana y la “ilegalidad” del referéndum de adhesión de Crimea a Rusia, celebrado el pasado domingo, con los pronunciamientos en los que subraya que la vía del diálogo sigue abierta, por mucho que Moscú no dé señales de querer negociar.
De la cumbre de la UE que se abre mañana, jueves, no debe esperarse que se active la tercera fase de las sanciones -que afectarían al ámbito económico-, explicó hoy el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, sobre un hipotético endurecimiento de las medidas contra Rusia.
Esta tercera fase, recordó el portavoz, sólo entrará en consideración en el caso de una “masiva escalada de tensiones en otras partes de Ucrania”, fuera de Crimea -o sea, la extensión del conflicto al este y oeste-, lo que ahora mismo no se contempla.
“Rusia sigue siendo miembro del G8 y hasta ahora solo quedaron suspendidos los preparativos para la cumbre de Sochi”, afirmó ayer Merkel y repitió hoy el portavoz gubernamental, a la pregunta de si las siete potencias del G7 (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá, Japón y Estados Unidos) preparan la expulsión de Rusia.
La invitación del presidente estadounidense, Barack Obama, a los líderes del G7 a analizar la crisis en Ucrania, la próxima semana en La Haya, “ni es una cumbre ni puede sustituirla”, aclararon fuentes gubernamentales alemanas.
Lo único que Berlín estaba hoy dispuesto a destacar era la prevista firma por la UE del apartado político del Acuerdo de Asociación con Ucrania, como “muestra de pleno apoyo” a Kiev.
Además del respaldo al gobierno en funciones de Kiev, se trata de mandar otra “señal a Moscú”, añadió el portavoz, tras matizar que sólo afecta al apartado político, mientras que el resto se suscribirá “probablemente” tras las elecciones ucranianas del 25 de mayo.
“Crimea no es el problema, sino un efecto. La raíz del conflicto está en el Acuerdo de Asociación que la UE quiso dejar cerrado en noviembre y que Moscú encajó como una afrenta”, apuntó el politólogo y experto en las relaciones germano-rusas, Alexander Rahr, en un encuentro con corresponsales extranjeros en Berlín.
Moscú, que ya había sentido “usurpados sus derechos sobre lo que sigue considerando su ámbito” con el proyectado escudo antimisiles de EE.UU. en el este de Europa, consideró que el objetivo del Acuerdo era “extender el radio de la OTAN hacia Rusia”, añadió Rahr.
A la suspensión de la firma de ese acuerdo entre Ucrania y la UE siguió el estallido de protestas en el Maidán, recordó el experto, y se precipitó un calendario de acontecimientos que “en un par de semanas” ha derivado en la anexión de Crimea por Rusia.
“Crimea es un caso históricamente muy especial, que ha tocado el alma y el orgullo ruso”, para el que probablemente ni Putin tenía en la agenda hasta que los hechos se la marcaron”, apuntó el politólogo.
La dependencia energética de Alemania es un hecho -más de un 30 por ciento de los suministros de gas al país proceden de Rusia-, como lo es que los “vínculos económicos y políticos entrelazados en décadas no se rompen de la noche a la mañana”, prosiguió Rahr.
“Las relaciones comerciales no se van a suspender, tienen sus propia dinámica”, sostiene el politólogo, para quien tampoco es “previsible” que la respuesta rusa a las sanciones europeas sea el cierre de los suministros.
La dependencia alemana del gas ruso es alta, como lo es la de la economía rusa del mantenimiento de la exportación de gas, controlada principalmente por Gazprom, en cuyo consejo de vigilancia ingresó en 2005 el excanciller alemán Gerhard Schröder, gran amigo de Putin.
“También ese capítulo forma parte de los vínculos entrelazados en décadas”, concluyó Rahr, para recordar a Putin que, en 2001, fue aclamado en el Bundestag (Parlamento) como “voz de una nueva Rusia”, con un discurso que arrancó en alemán, lengua que aprendió siendo agente del KGB.