La noche del pasado 30 de mayo se desató sobre la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, una tormenta eléctrica local jamás vista por sus moradores.
Momentos después los medios de prensa del país anunciaban el fallecimiento del general vitalicio Antonio Imbert Barrera, el último sobreviviente de los magnicidas del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, el hombre fuerte que gobernó a los dominicanos desde 1930 hasta su asesinato, el 30 de mayo de 1961.
Para los supersticiosos, como si se tratara de un drama shakesperiano, el fantasma de Trujillo vino a buscar al general Imbert Barrera.
Doña Casilda Guzmán de Reyes (Doña Ca), enterada al día siguiente de la muerte del magnicida, recordó la muerte, en 1943, de su hermano de crianza Domingo Marión, vilmente asesinado por el hermano del occiso, el mayor Segundo Imbert Barrera, en un entramado de novela de suspenso.
Doña Ca acusó de cómplice el fenecido general Imbert Barrera, quien, siendo gobernador provincial, encubrió aquel hecho de sangre que consternó, hace 73 años, a la población de Puerto Plata, planificado por su hermano, alto oficial en la comandancia del Ejército Nacional en la ciudad norteña de República Dominicana.
Fue para la señora viuda un momento de tener que recordar dolorosamente hechos archivados en lo recóndito de la memoria y que había contado muy reservadamente, pero con la certeza de que habría de llegar el momento de contarlo para no quedar impune en “el juicio de la Historia Dominicana”.
ARMAS EN VAGONES
Doña Ca es prácticamente la última testigo de primera mano, porque el crimen ocurrió en seno de la familia que la había amparado por orfandad desde los 12 hasta los 17 años, siendo su madre de crianza tía y madre de crianza de Domingo Marión, inspector ferrocarrilero que descubrió armas en uno de los vagones del tren que iba de la ciudad nordestina de Sánchez hasta la norteña Puerto Plata, atravesando el corazón de Santiago, la segunda ciudad del país.
Este asesinato tenia implicaciones políticas serias en la nación caribeña, dado que se trataba de un arsenal que sería utilizado para asesinar a Trujillo y producir la caída de su régimen, que se prolongó como consecuencia de un golpe de Estado dado por Trujillo el 23 de febrero de 1930, y las elecciones del 16 de mayo de ese año, que lo llevó a la toma y sostenimiento en el poder por 31 años.
Los hermanos Antonio y Segundo Imbert Barrera fueron favorecidos por “el Jefe”, como lo fueron los demás magnicidas y habían participado secretamente en varias tramas contra el hombre fuerte del país.
Con lágrimas resbalando visiblemente por detrás de sus anteojos, a Doña Ca se le hacía casi imposible empezar a contar estas memorias históricas, que sólo de su boca habrán de salir como testimonio contra los hoy llamados “Héroes del 30 de Mayo”, que fueron, según la señora, en el caso de Segundo Imbert, “un asesino brutal”, y, en lo que respecta a su hermano Antonio, “cómplice del crimen cometido contra mi hermano y de otras aventuras canallas, olvidada por la memoria colectiva de los dominicanos”.
Haciendo esfuerzo para organizar el relato, a sus 87 años de edad cumplidos el pasado 20 de mayo, recordó pasajes de su primera juventud. “Cuando tenía 16 años, vi a Trujillo por primera vez”, empezó a relatar. “El Padre Carbonell, párroco de Puerto Plata, supo que El Jefe iba a visitar la ciudad, por lo que redactó una carta solicitando un techo nuevo, pues el que tenía el templo se había llenado de salitre. Quiso que fuera yo quien la entregara, junto a dos o tres compañeras“, dijo.
“Llegamos a la puerta del Country Club. La seguridad no quería darnos paso. Trujillo se dio cuenta desde la mesa protocolar y dio orden de dejarnos entrar. Lo saludamos de mano. En mi turno le dije: `Jefe, esta carta se la envía el Padre Carbonell`. La tomó en su mano. La abrió. La leyó y se dirigió a nosotras: ‘Díganle al Padre que su carta fue recibida y que se atenderá a su petición de inmediato’`. A los pocos días, una brigada de la Secretaría de Obras Públicas quitó el techo oxidado y colocó uno nuevo”.
Relató que perteneció al coro parroquial dirigido por el joven músico Rafael Solano, que con el paso de los años sería uno de los grandes compositores del país, que hizo internacional la canción Por Amor.
Según Doña Ca, conoció a personajes relevantes de Puerto Plata, como fue Ricardo Limardo, munícipe intachable y autor de varias obras en la ciudad. Al doctor Puig, quien realizó la autopsia de Domingo Marión para exculpar a Segundo Imbert e inculpar a Doña Caró de Los Ángeles, esposa de Domingo, acusada de homicidio en primer grado.
A los Kunhardt, conspiradores que luego se unieron al líder Manolo Tavárez Justo, esposo de Minerva Mirabal, la mayor de las tres hermanas asesinadas supuestamente por Trujillo, pero que su hija Angelita Trujillo, en su obra “Mi Padre y Yo”, sindica a Antonio Imbert Barrera como uno de los autores de esas muertes.
`Hay nombres de conspiradores que no recuerdo. A los que no podría olvidar son a Doña Concha, mi madre de crianza; a Georgina, su única hija biológica y a Domingo Marión, mis dos hermanos de crianza“, precisó.
La última testigo cercana al crimen cometido en 1943 contra el inspector ferrocarrilero Domingo Marión, en Puerto Plata, República Dominicana, dijo que “aguardaba el momento para revivir la historia de este asesinato ocurrido durante la ‘Era de Trujillo’, cuyo autor fue Segundo Imbert Barrera”, comandante del Ejército Nacional en el Fuerte de San Felipe de esa ciudad.
Casilda Guzmán de Reyes (Doña Ca) relató que “siendo las cinco de la mañana tuve una revelación. Siempre acostumbraba ir al hospital para visitar a los enfermos. Pero en el sueño, cuando llegué cerca de la puerta, vi esa gran multitud y pregunté a un hombre qué era lo que pasaba y me respondió que ‘mataron a Domingo Marión’, algo que no podía creer.
“Ahí mismo desperté. Fui a la habitación de mi madre de crianza, Doña Concha, y le conté el sueño. Ella me respondió: ‘Ay, Dios mío, que no sea así. Cámbiate de ropa y vamos a la iglesia’. En la mañana del domingo, cuando ya estábamos cambiadas, tocaron a la puerta. Yo misma fui a abrirla. Era un sobrino suyo que había venido a darnos la mala noticia de que mataron a Domingo Marión. Nos quedamos mudas”.
SIMULARON INFIDELIDAD
“”Fuimos a la casa de Doña Caró de Los Ángeles, la esposa. Allí nos encontramos con la tragedia más grande. Sus hijas Argentina y Chory (Marión de Los Ángeles), llorando a su papá. Doña Caró había sido detenida, acusada de homicidio, pero no era cierto que ella era la asesina. Su hijo Luisito, que estaba en el Ejército Nacional, amenazó con quitarse la vida si su madre era condenada a prisión, porque sabía que ella no había cometido el crimen”, agregó.
“El asunto no se para ahí. Después que lo mataron, que no se supo cómo ni dónde, lo llevaron a la casa. Lo acostaron en su cama y le clavaron un cuchillo en el corazón, para decir que había sido Doña Caró, quien supuestamente fue descubierta por Domingo siéndole infiel con el mayor Segundo Imbert Barrera, según el expediente policial”, explicó.
“Pero no fue así, porque cuando le enterraron el cuchillo Domingo ya estaba muerto”, precisó. “Lo mataron un domingo, de madrugada, después que Segundo Imbert se enteró del descubrimiento de las cajas con las armas”.
Agregó que el doctor Puig, padre del dirigente de izquierda Max Puig, practicó la autopsia, y certificó que Doña Caró había cometido el crimen, encubriendo a Segundo Imbert. Él fue cómplice del asesinato. Poco después, cuando se descubrió el complot, su casa fue allanada por la policía. No hallaron armas, pero se lo llevaron preso y lo desaparecieron. Yo estaba en su casa al momento del allanamiento, pero salí corriendo, llena de miedo”, precisó.
“Cuando lo llevaron a enterrar, una señora dijo: ‘¡Qué crimen tan horrendo! Como era Domingo, que no se metía con nadie. Los asesinos van a pagar un día por ese crimen’. Y creo que ahora la van a pagar con lo que declaro, para que el país sepa quiénes fueron los autores de esa muerte, asesinos tenidos como héroes”, sentenció.
CONSPIRABAN
Cuestionando a Doña Ca por el verdadero motivo del crimen, contestó: “Lo que pasa es que, como Domingo era inspector del ferrocarril, descubrió unas cajas selladas. Al preguntar al que las recibiría qué había en las cajas, éste le respondió que eran de Segundo Imbert. Domingo le respondió que tenía que inspeccionarlas porque para eso le pagaban. Al destaparlas, vio las armas y las selló de nuevo. El ‘Calié’ (delator) se lo informó a Segundo Imbert Barrera, quien inmediatamente dio la orden de eliminarlo”.
De acuerdo con fuentes fidedignas, dijo la señora, “Segundo Imbert Barrera y su hermano Antonio estaban conspirando para asesinar a Trujillo, quien no pudo ‘cogerlos’ en la trama en que participó el doctor Puig. No puso presión sobre ellos porque se quería saber hasta dónde llegaba el hilo de la conspiración. Como las armas fueron descubiertas en el ferrocarril, asesinaron a Domingo para que no informara a sus superiores que eran de esos dos hermanos”.
Al preguntársele si acusaba al fenecido general Antonio Imbert Barrera como cómplice de esa muerte, respondió: “Sí, lo acuso, porque él sabía lo que se estaba moviendo. Sabía que esas cajas llegarían. Antonio encubrió a su hermano para que el crimen contra mi hermano quedara impune”.
Con respecto a Doña Caró, dijo que “la justicia la puso en libertad y todo se quedó así. Los verdaderos asesinos andaban sueltos, impunes”.
Sin embargo, 73 años después, Doña Casilda Guzmán de Reyes ha revelado todo lo que sabía, en el seno de las familias Santiago Marión y Marión de Los Ángeles, sobre este hecho de sangre que pone en entredicho la heroicidad de los hermanos Imbert Barrera en la Historia Dominicana, por su participación en el asesinato de Trujillo.
“¿De qué héroes me hablan? ¿De un asesino y de un cómplice que evadieron el peso de la ley inventando una historia de infidelidad matrimonial para no ser agarrados con la mano en la masa? Recibieron favores de Trujillo y lo traicionaron, como todos los otros ‘Héroes del 30 de Mayo’. Mi hermano pagó con su sangre inocente sin estar metido en el complot”, concluyó en su residencia de Canadá.