Por Alfonso Torres Ulloa.
Abril nos marca en la historia; muy pocas veces relacionamos a Abril con Duarte, y decimos Abril es el Coronel, es Caamaño. Abril es resistencia, soberanía, dignidad, decoro. Es manifestación de la esencia duartista. Es que: “La Nación dominicana es libre e independiente y no es ni puede ser jamás integrante de ninguna otra Potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna propia ni mucho menos extraña”.
Abril, en su parte de Guerra Patria que inicia el 28, es el coraje manifiesto de un pueblo en armas luchando con decoro y valor por la soberanía conculcada, a partir de las premisas del pensamiento de Duarte: “Nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla”. Y fue categórico en esto: “Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor”.
Abril es el episodio de Patria más trascendente del siglo XX dominicano en el que un pueblo pequeño, mal armado y desde unas veintenas de cuadras urbanas resiste a la potencia más grande y despiadada que haya conocido la humanidad, tan solo por amor a la libertad, apego a la soberanía, orgullo patrio y dignidad; y no pudo ser vencido. Es que Duarte así nos lo señaló: “Por desesperada que sea la causa de mi patria, siempre será la causa del honor y siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”.
La Revolución de Abril y su consecuencia derivada, la Guerra Patria, es un canto de ametralladora por la soberanía e independencia y por tanto es la reivindicación del pensamiento del patricio. Y el ritmo de la acción “por la patria a vencer o morir” como nos enseñó Duarte.
Cuando en el 1862 Vicente Celestino informa a Duarte de cuanto ocurre en el país, el patricio dice, según Rosa Duarte en los Apuntes: “se me hacen proposiciones para presentarlo al Cónsul español y que escribiera a España ofreciendo sus servicios, el Caudillo que había sido de la Revolución por la Independencia y Fundador con los demás compañeros de la República, y que ofreciendo mis servicios a España sería nombrado Capitán General y terminaría la oposición que los dominicanos hacían a la dominación española; y mi patria sería próspera y feliz, y no faltó quien dijera que sus hermanos saldrían del estado de privaciones en que me hallaba yo mismo”. Y luego anota: “los sufrimientos de mis hermanos me eran sumamente sensibles, pero más doloroso me era ver que el fruto de tantos sacrificios, tantos sufrimientos, era la pérdida de la Independencia, de esa patria tan cara a mi corazón, y en lugar de aceptar la opulencia que nos degradaba acepto con júbilo la amarga decepción que sabía me aguardaba el día que no se creyeran útiles ni necesarios a particulares intereses mis cortos servicios”.
Los dos hechos de armas más importantes de nuestra historia se producen para reivindicar el pensamiento y la obra de Juan Pablo Duarte, ambos encabezados por Gregorio Luperón y Francisco Alberto Caamaño; de ahí que toda obra de generación política nacional nos conduce a la raíz duartiana.
Y a eso vino en marzo de 1864, a abonar el suelo fértil de la patria con su sangre y dejar establecido su pensamiento anticolonial con su ejemplo y nos dice: “Quisqueyanos, sonó ya la hora de vengar tantos siglos de ultraje, y el que a Dios y a su patria desdora que en oprobio y baldón se amortaje”.
Ahí está la señal más auténtica de ese pensamiento anticolonial “vengar tantos siglos de ultrajes”, es claro que se refiere a los siglos de coloniaje español, a los siglos de sometimiento de nuestro pueblo.
Y finalmente, importante es anotar aquella expresión de Duarte cuando le escribe a Rodríguez Objío el 7 de marzo de 1865, y dice: “visto el sesgo que por una parte toma la política franco-española y por otra la anglo-americana y la importancia que en sí posee nuestra isla para el desarrollo de los planes ulteriores de todas Cuatro Potencias, no deberemos extrañar que un día se vean en ellas fuerzas de cada una de ellas peleando por lo que no es suyo”.
Duarte señala las cuatro potencias que “se disputaban” nuestra Isla por su ubicación estratégica, las que son “franco-española y por otra la angloamericana” (Francia, España, Inglaterra y Estados Unidos), expresando de esta manera su visión (por un lado) y su posición antiimperialista (por el otro); de ahí que en otro momento señale “no es de esperarse que yo deje de protestar (y conmigo todo buen dominicano) cual protesto y protestaré siempre, no digo tan sólo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra Independencia Nacional y cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del Pueblo Dominicano”.
En ese mismo texto, precisa: “Entonces podrá haber necios que por imprevisión o cobardía, ambición o perversidad correrán a ocultar su ignominia a la sombra de ésta o aquella extraña bandera”, señalando de nuevo a los traidores y parricidas. Duarte está opuesto a buscar el amparo de otra bandera, se aferra en su nacionalismo más puro y radical.
Y el patricio apunta: “y como llegado el caso no habrá un solo dominicano, que pueda decir yo soy neutral sino que tendrá cada uno que pronunciarse contra o por la patria”, es que no admite de ninguna manera el término medio, es la definición clara y precisa a favor de la patria, o contra ella.
Juan Pablo Duarte encarna la soberanía nacional y como tal es la fuente de inspiración en la Restauración, en la Guerra Patria del 1965, en los reclamos de estos días en defensa de los recursos naturales de la nación y por la autodeterminación. Duarte es resistencia contra la Barrick Gold, es la defensa de Loma Miranda, de Los Haitises, de Bahía de las Águilas. Duarte es resistencia por un país mejor.