SANTO DOMINGO. El bisoño ejército dominicano, comandado por el general Pedro Santana, venció de manera rotunda a las huestes haitianas, dirigidas por el presidente Charles Hérard, durante la primera gran batalla con la cual fue defendida la Independencia Nacional, apenas 22 días después de que fuera declarada la separación en la Puerta del Conde.
Entonces, el recién formado ejército destinado a repeler los intentos del gobierno haitiano de revertir la liberación, proclamada el 27 de febrero de 1844, estaba formado por 2, 500 soldados novatos procedentes de varios lugares del Este y el Sur del país, mientras que las tropas haitianas la integraban 8,000 hombres, originarios de Puerto Príncipe y Mirabelais, esencialmente.
Según indica el historiador Frank Moya Pons, en su “Manual de historia dominicana”, Hérard “no podía tolerar que en medio de una revolución, como la que él había encabezado, el país se dividiera” y se redujeran los recursos necesarios para pagar a Francia el resto de la deuda, para que se lograra el reconocimiento internacional de la independencia haitiana.
Según consta en “El diario de la Independencia”, del historiador Adriano Miguel Tejada, el lunes 18 de marzo un mensajero enviado por el patriota Jaime Vidal, quien se trasladó desde El Maniel, le informó al general Santana, comandante en jefe de los ejércitos expedicionarios, sobre los movimientos que hacían las tropas haitianas que invadían el territorio dominicano.
Dada la situación, Santana le solicitó en una correspondencia al comerciante Abraham Coen que hablara con el cónsul de Francia para que las tropas francesas se pusieran a disposición de los dominicanos para enfrentar a los haitianos.
“En la nota al comerciante Coen, rico importador establecido en la ciudad de Santo Domingo, Santana hace hincapié en el hecho de que los habitantes de San Juan, Las Matas e Hincha, de donde Santana era oriundo, no se habían pronunciado todavía a favor de la causa y de independencia ‘y se mantiene la inacción’, y le solicita que hable ‘sin pérdida de tiempo’ con el funcionario francés sobre la ayuda militar en ese país a la independencia dominicana”, señala Tejada.
Apenas días después de la liberación, el 9 de marzo de 1844, la Junta Central Gubernativa había presentado al gobierno de Francia una propuesta formal de protectorado que incluía la cesión “a perpetuidad” de la bahía de Samaná.
El general Santana preparó sus tropas al amanecer y formó una línea defensiva desde el camino del Barro, en el noroeste, hasta el camino de Los Conucos, en el suroeste.
“En el flanco derecho, Santana emplazó los fusileros azuanos, comandados por Valentín Alcántara y Vicente Noble, y un contingente de macheteros entrenados por el coronel Antonio Duvergé. En la retaguardia de este flanco estaba Nicolás Mañón, con 200 hombres en el cerro de Resolí, en Azua, relata Tejada.
El historiador cuenta que “a la izquierda, había emplazada otra pieza de artillería y los fusileros de Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez. El coronel Duvergé, como jefe de la línea de defensa, se movía de un lado a otro, según las necesidades del ataque. En la retaguardia, detrás del centro, estaban el general Santana, junto a Buenaventura Báez, Felipe Alfau y Lorenzo Santamaría, junto a los hateros a caballo y un contingente de caballería reclutado por Báez”.
Mientras Hérard había dividido sus fuerzas para repeler las tres posiciones del ejército dominicano. Tejada continúa relatando en el diario: “Promediada la mañana, y sin el apoyo de artillería y creyendo que la columna del general Souffront se encontraba en posición de apoyar el ataque se inicia el asalto por el centro. El general Thomas Hector cometió el error de ordenar el paso de carga a columna cerrada”.
Entonces, la pieza de artillería de Soñé disparó sucesivamente rondas de metralla y dejó “claros terribles en las apretujadas filas haitianas”. Luego los fusileros criollos Lucas Díaz y sus subalternos dispararon a los enemigos y los macheteros entraron en acción, logrando desarticular a los adversarios.
En el ínterin, las tropas haitianas del ala derecha enfrentaban las posiciones del lado izquierdo dominicano, justo en el camino de Los Conucos. Este enfrentamiento también fue ganado por los criollos y sobresalieron los fusileros Matías de Vargas, Leger y Martínez. En la refriega cayeron dos coroneles haitianos.
“El grueso del ejército haitiano se retiraba en desorden, cuando el ala izquierda de los haitianos se tropezó con los azuanos de Duvergé, quienes, apoyados por los fusileros de Nicolás Mañón apostados en el Cerro de Resolí, iniciaron una brava carga de machete que ‘sembró el terror y la muerte en esta ala del ejército de Hérard, la que se retiró presa del pánico y la mortandad que ocasionan las armas blancas’”, narra Tejada.
Las huestes criollas acosaron y persiguieron al ejercito haitiano, que se retiraba en medio del caos, hasta una legua de Azua. El general Hérard, derrotado de manera contundente, se retiró a orillas del río Jura para reorganizar las huestes.