En América Latina el 2018 será un año marcado ante todo por el calendario electoral. Los dos grandes de la región, Brasil y México, tendrán comicios presidenciales. Al igual que Costa Rica, Colombia, Paraguay y, aún por confirmar, Venezuela.
Corrupción, incertidumbre económica e inseguridad constituyen el telón de fondo de este panorama electoral.
Costa Rica
En febrero Costa Rica dará el golpe de salida con la celebración de elecciones generales (presidenciales y legislativas).
Desde comienzos de siglo, en el país centroamericano, los partidos tradicionales vienen experimentando un incesante declive.
Esta tendencia se verá probablemente reforzada el mes próximo por el “cementazo”, un escándalo de corrupción y tráfico de influencias que ha salpicado al conjunto del estamento político costarricense.
Lo más probable pues es que la victoria se decida en una segunda vuelta en abril. El vencedor, ya sea el oficialista Partido de Acción Ciudadana (PAC) o bien la mayor fuerza opositora, el Partido Liberación Nacional (PLN), tendrá seguramente que vérselas con una Asamblea Legislativa sumamente fragmentada.
Una configuración que dificultará la aprobación de reformas para remediar el alto endeudamiento público o mejorar las infraestructuras.
Colombia
En el país andino habrá elecciones legislativas en marzo y la primera vuelta de las presidenciales tendrá lugar a fines de mayo. Dos temas dominarán estos comicios: el proceso de paz y la corrupción. Además de la interrogante respecto a los resultados de las FARC en su primera lid electoral después de deponer las armas.
Por lo pronto, quien mejor logra desmarcarse de los mandamases de la política colombiana de los últimos años, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, y por ende del statu quo, es Sergio Fajardo, antiguo alcalde de Medellín y candidato de la alianza de centro-izquierda, Coalición Colombia.
Fajardo se opone al discurso belicista de Uribe, pero también se presenta como enemigo de la politiquería y las corruptelas, categorías en las que incluye al conjunto de las fuerzas políticas tradicionales. Una estrategia que hasta ahora lo mantiene a la cabeza de las encuestas.
Sin embargo, a la carrera por la presidencia le falta aún largo trecho. Cualquiera que sea el vencedor tendrá que asumir la implementación de los acuerdos de paz, afincar un crecimiento económico incierto y combatir el flagelo de la corrupción.
Paraguay
Aquí la contienda probablemente se decida entre el senador Mario Abdo Benítez, que representa al Partido Colorado en el poder, y Efraín Alegre, quien lidera la alianza de centro-izquierda entre el Partido Liberal y el Frente Guasú, del exmandatario Fernando Lugo.
El oficialismo parte con desventaja, pues tiene que superar las fuertes tensiones que lo han desgarrado durante la presidencia de Horacio Cartes.
Si bien el país ha experimentado un descenso notable de la pobreza en la última década (del 34% de la población en 2010 al 22% actualmente), su economía sigue demasiado atada del sector agrícola.
Una dependencia que se compagina con una desigualdad extrema en las áreas rurales: menos del 3% de la población es dueña de cerca del 85% de las tierras. Buscar salida a estos desequilibrios será uno de los retos del futuro presidente.
México
Julio estará marcado por las elecciones generales mexicanas. El país azteca elegirá un nuevo presidente, además de 128 senadores y 500 diputados.
Esta vez la contienda presenta una configuración atípica de las fuerzas en pugna. Quien hasta ahora encabeza las encuestas, el antiguo líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Andrés Manuel López Obrador, se postula bajo las siglas de su nueva formación, el izquierdista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Otro candidato con posibilidades de alzarse con la presidencia es Ricardo Anaya, que representa a la coalición Por México al Frente, fraguada por formaciones tradicionalmente rivales como el liberal Partido de Acción Nacional (PAN) y el socialdemócrata PRD, además del progresista Movimiento Ciudadano (MC).
Finalmente, el oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI) presenta como contendiente a José Antonio Meade, un tecnócrata que no es miembro del partido.
Todo ello en un contexto sombrío. En lo que va de siglo, la pobreza se ha disparado en México del 24% al 43%. Además, el país vive atrapado en una espiral de inseguridad y corrupción. La guerra contra el narco, lanzada en diciembre de 2006, ha sido un estrepitoso fracaso, que ha dejado más de 100.000 muertos y 30.000 desparecidos, y partes considerables del territorio fuera del control del Estado.
Por último, la Administración Trump parece empeñada en romper el Tratado de Libre Comercio (TLC), lo cual representaría un durísimo golpe para la economía mexicana.
Brasil
El panorama tampoco es luminoso para las elecciones presidenciales y legislativas que se celebrarán en Brasil en octubre.
Una clase política gangrenada por la corrupción. Una economía que se repone apenas de una recesión feroz. Un endeudamiento público que iguala al PIB. Unos niveles de desigualdad entre los más altos de la región y que, con la crisis, han incidido en el incremento de la delincuencia.
La extrema fragmentación del tablero político brasileño (una veintena de partidos representados en el Congreso) propicia la búsqueda de consenso, y por lo tanto de amplias coaliciones, pero a la vez frena los impulsos reformistas.
Así, el próximo presidente tendrá que desplegar grandes dotes de negociador y de estratega para enderezar el rumbo del gigante sudamericano.
Por lo pronto, las encuestas sitúan a Lula con una ventaja considerable. El exmandatario es percibido por amplios sectores de la población, sobre todo los más desfavorecidos, como el promotor de los progresos realizados por el país durante la primera década del siglo.
Sin embargo, un tribunal de segunda instancia debe aún pronunciarse sobre la condena que recibió el exjefe de Estado en un juicio por corrupción. De confirmarse la sentencia, Lula quedaría inhabilitado, dejando lugar así para una competencia sumamente abierta.
Venezuela
El país andino habría de celebrar elecciones generales en diciembre. No obstante, el Gobierno de Nicolás Maduro no ha anunciado oficialmente la fecha de los comicios.
Queda por ver entonces qué auguran la entronización de la Asamblea Constituyente y el recién iniciado proceso de inhabilitación de partidos de la oposición.
Mientras tanto, el país sigue sumido en una gravísima crisis económica, arreciada por una violencia endémica. Para mayor desgracia, las profundas divisiones y el consecuente debilitamiento de la oposición dejan, por lo pronto, en punto muerto cualquier alternativa.